¿Qué es la felicidad?
Un día, mientras
merendaba con mis amigas en la escuela, una de ellas me preguntó cómo era que
yo podía ser una niña tan feliz.
Por supuesto que me quedé muy sorprendida, sobre todo luego de que ella explicara por qué preguntó eso. Resulta que no lograba entender cómo alguien que solamente comiera arroz y frijoles a la hora del almuerzo y pudiera llevar un simple trozo de piña de merienda, pudiera ser feliz y sonreír todos los días.
Debo admitir, aunque me dé un poco de vergüenza, que dejé que esa idea se me metiera en la cabeza y yo también quise entender cómo era feliz sin todas esas cosas que me faltaban y que ellas tenían: No tenía celular, consolas de video juegos, crop tops, maquillaje…… Ni siquiera llevaba galletas para la merienda, solo trocitos de piña y a veces tomate, que siempre me ha gustado mucho comerlo solo.
Ese día llegué a mi casa y mi abuela estaba cantando alegremente en la sala mientras preparaba el almuerzo. Siento decirlo, pero me sentí sumamente molesta con ella; no lograba entender cómo alguien que fuera pobre pudiera sentirse así de contenta.
No pasó mucho tiempo para poder confrontarla al respecto. Al parecer, mi enojo fue tanto que lo notó y fue a buscarme a mi cuarto.
Para ser honesta, no quiero volver a decir todas las cosas feas que le dije y lo mucho que intenté humillarla con mis palabras. Lo que sí quiero decir, y con muchísimo orgullo, es cómo ella reaccionó y las palabras hermosas y llenas de sabiduría que me dijo en ese momento.
—¿Te acuerdas
que te he contado de mi infancia en otras ocasiones? Mi historia es la tuya
también, porque están entrelazadas. Bien sabes que vengo de una familia de
campesinos y sembrábamos todo lo que comíamos. Yo desde muy pequeña recuerdo
sentir la tierra en mis pies descalzos, la lluvia asomarse, el sol como un
aliado. Asombrarme con el nacimiento de
nuevas raíces, tallos y hojas en las plantas. Recuerdo el olor a sopa recién
preparada con vegetales frescos… picadillos abundantes, ensaladas
impresionantes… La carne la intercambiábamos con algunos conocidos que criaban
sus propios animales… No siempre podíamos acceder a ella, pero eso no nos
entristecía. Era un manjar cuando la comíamos. Y era un manjar cuando comíamos
lo sembrado. Por cada día dábamos gracias. No nos pasaba por la mente quejarnos
o sentirnos mal. ¡Nunca tuvimos dudas de que éramos bendecidos y disfrutábamos
cada día, ¡incluso sin pensar en el día siguiente!
» Te he narrado
cómo jugaba con mazorcas como si fueran personitas, imaginando el pelo del maíz
como el hermoso cabello de una muñeca.
Jugaba en los árboles, corría por los cultivos y era muy feliz. Lo tenía
todo.
» La felicidad,
así como muchas otras cosas en el mundo, dependen de nuestra forma de ver las
cosas. Mi corazón se encuentra lleno de orgullo al verte a vos y a tus hermanos
saludables, estudiando, viviendo en esta casa…y sin hambre cada vez que se
despiertan y se van a acostar.
» Y sí,
reconozco que a veces no es fácil no tener tantas cosas como tienen otras
personas y que claro que queremos darte lo que más te gusta, pero, de momento,
no se puede. Pero dime ¿nos hacen falta las cosas para ser feliz?
Ese día me di
cuenta de que mi familia es rica, no porque tengamos millones en el banco, sino
porque nuestros estómagos y nuestros corazones están llenos de muchísimo amor.
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